En 1991 Franco Macri tuvo que pagar 6 millones de dólares por el rescate a Mauricio, que pasó 12 días secuestrado en el sótano de esta casa de Buenos Aires

Domingo 03 de Marzo de 2019, 08:52

Franco y Mauricio Macri a los pocos minutos de la liberación. A la derecha, vista actual de la vivienda donde estuvo cautivo.



Hace más de 27 años, el 24 de agosto de 1991, Mauricio Macri fue secuestrado cuando bajaba de su Peugeot 505 en Figueroa Alcorta y Tagle. Permaneció 12 días en cautiverio, en un sótano de la avenida Garay. Ese sería el puntapié para el inicio de una vida pública que no terminaría. En una caja de madera que medía 8 centímetros menos que él, comenzó a forjarse la carrera política del actual presidente.

La “Banda de los Comisarios” lo mantuvo secuestrado 12 días. Apenas comía y bebía agua. La semana pasada, en una entrevista con Alejandro Fantino, recordó brevemente ese trágico episodio y lo analizó como “un quiebre” en su vida. Allí, solitario, alejado de sus afectos y en un momento al límite, decidió que se volcaría a la política.

Su decisión era ser presidente de Boca Juniors. Faltarían cuatro años para que eso sucediera.

Macri le confesó a uno de sus secuestradores, también hincha de Boca, que su sueño era ser presidente del club Xeneize. Una noche, cuando le preguntó si lo matarían, el hombre le respondió: “¿Cómo vamos a matar al futuro presidente de Boca?”.

El episodio ocurrió siete días antes de ser liberado, tras el pago de un rescate millonario, que rondó los 6 millones de dólares, solventado por su padre, el poderoso empresario Franco Macri. El encargado de llevar el dinero fue su mejor amigo, Nicolás Caputo, uno de los hombres más influyentes en la vida del mandatario.

Allí, en ese episodio, comenzó la vida pública de Macri. Esta semana, el mandatario lo recordó durante la entrevista con Fantino: “Cuando me secuestraron fue un quiebre. Estuve encadenado en una caja, pensé qué era lo importante y qué no. Lo importante son los afectos, el afecto en general. No hay nada que nutra más en la vida que poder dar, hacer algo bueno”.

Con esa palabras, Macri decía - sin decirlo - lo que es un secreto a voces. Que en ese episodio límite, en esa vivencia solitaria, triste y angustiante, comenzó a latir el deseo de convertirse en un hombre influyente, más aún de lo que podría haber sido si se dedicaba, tal como pretendía su padre, a administrar las empresas familiares. Macri prácticamente no habla del tema, aunque en algunas ocasiones hizo referencia.

La noche del secuestro

La noche en que fue capturado, a Macri lo esperaban varios vehículos en la puerta de su casa. Dos eran de apoyo, un Fíat 600 y un Ford Falcon color gris plomo. El tercero, en el que fue encerrado, era una camioneta Volkswagen. Allí le quitaron el traje que vestía, el reloj y otros elementos personales. Quedó en camisa, pantalón y medias. Los secuestradores tomaron el documento: querían corroborar que se tratara del hombre que iban a buscar.

Las manos fueron atadas con un alambre y unos instantes después lo colocaron en el interior del cajón de madera con forma de ataúd en el que permanecería los siguientes días y noches. Una vez que se instalaron en el aguantadero de la avenida Garay, Macri fue depositado en una habitación de tres metros por dos. Por un hueco le bajaban comida, y hacía sus necesidades en un inodoro químico.

El año pasado, cuando visitó el programa de Mirtha Legrand, relató que si bien nunca vio el rostro del captor con el que más vínculo tuvo, estableció cierto vínculo afectivo. “Yo te voy a decir Mario”, contó que le dijo Macri. “Entonces, yo también te voy a llamar Mario”, fue la respuesta.

Ese ‘Mario’ era el que le enviaba la comida y tenía diálogos con el hoy presidente de la Nación. A él fue que le contó que pretendía ser presidente de Boca. “Cuando mi padre pagó el rescate, fue mi peor momento. No sabía si me iban a matar, porque debatían qué iban a hacer conmigo. Mario venía y me decía ‘tranquilo que yo te estoy defendiendo’”.

El momento de su liberación tampoco fue sencillo. Ya habían pasado 48 horas de que su padre había pagado el rescate y la familia Macri aún no tenía noticias de Mauricio. Finalmente fue encerrado en el baúl de un Dodge 1500 y abandonado cerca del cruce de Dellepiane y la autopista Riccheri.


El mismo Mario fue el que lo ayudó a bajar, le entregó dinero para tomar un taxi y le exigió esperara diez minutos para quitarse la venda de los ojos. El 5 de septiembre a las 2 de la madrugada llegó a la casa de una amiga, en Florida y Paraguay.

Tiempo atrás, cuando aún era jefe de Gobierno porteño, Macri inauguró las obras del Metrobús que atraviesa la avenida Garay. Con el vehículo en que se trasladaba, pasó por la puerta de la vivienda en la que permaneció secuestrado, ubicada al 2882. “No pude dejar de mirarla”, reconoció tiempo después.

Esa vivienda de San Cristóbal hoy permanece tapiada y quien no conozca esta historia, no reconocería que allí, hace 25 años, el hombre más importante del país vivió la noche más larga de su vida: la que se extendió por 12 días.