Martín, el regreso del guerrero que cayó de un 9° piso mientras jugaba

Domingo 10 de Diciembre de 2017, 09:30

Pequeño gigante. Martín tiene 4 años y es pura fuerza. En junio cayó de 27 metros de altura y su recuperación fue asombrosa. En dos meses obtuvo el cinturón amarillo de Pa Kua, un arte marcial de origen chino. Foto: Delfo Rodríguez.



A los cuatro años, Martín ya conoce cuál es el camino del guerrero. Sabe de palancas, torsiones y técnicas de escapes. Es hábil para desafiar las leyes de la gravedad, superar miedos y límites.

Conoce ese camino incluso antes de que su profesor de artes marciales le enseñara a comportarse como un luchador, en posición de guardia, con los puños para adelante, hombros y mentón hacia abajo. Porque Martín Nuñez ya era un guerrero antes de escuchar habar de posturas milenarias, fuerza y autosuperación.

Hace seis meses se cayó desde un noveno piso mientras jugaba en el balcón de su departamento y ahora está practicando técnicas marciales de origen chino. En su primera evaluación recibió directamente el cinturón amarillo (lo común es empezar con el blanco) que dejó a su profesor con los ojos abiertos como portones.

“Tiene la concentración y la destreza de un chico mucho más grande. Es admirable su recuperación”, destaca Leonardo Villagra D’Andrea, que empezó a darle clases hace dos meses.

Y habrá que creerle, porque no es el único que lo piensa. Moisés Levis, su pediatra con más de 30 años de carrera, está convencido de que su caso es único, “un milagro”. Lo dice a pesar de que es “hombre de ciencia”. Y reafirma: “No hay otra, a Martín lo salvó un ángel”.

A Máximo, su papá, la memoria le devuelve una y otra vez aquella imagen, la de un puntito embutido en una campera celeste, 30 metros allá abajo. Recuerda que él estaba cocinando salchichas con polenta, el nene miraba dibujitos en el comedor y de repente la vida o la muerte que sacude como una ráfaga la rutina y echa el estómago por la boca.

Martín, el regreso del guerrero que cayó del balcón
Preparado: Martín, al entrar a clase de Pa Kua. Lo espera su profesor Leonardo. Foto: Delfo Rodríguez

La de Martín fue una caída libre sin obstáculos. La zapatillita gris con dinosaurios negros que quedó en el balcón ahora forma parte de un altar en el Hospital de Niños de San Miguel de Tucumán, donde el nene estuvo internado 21 días con traumatismos en el abdomen y el cráneo, y una contusión pulmonar.



“¿Culpa? Claro que me persigue la culpa, mucha culpa. Fue un descuido imperdonable”, dice Máximo, y aclara que la mamá del nene estaba trabajando, que después de comer iba a llevar a Martín al jardín, que ya le había puesto su camperita celeste porque esa mañana hacía frío, que no sabe cómo Martín abrió esa puerta corrediza porque nunca antes lo había hecho, que justo iban a venir a ponerle la protección al balcón porque recién se habían mudado ahí, que siente culpa, mucha culpa, aunque la mamá del nene jura que no lo culpa.

Martín, el regreso del guerrero que cayó del balcón
Morisquetas. A Martín no le quedó ninguna secuela de su caída. Foto: Delfo Rodríguez.

“Para nada, yo le agradezco porque después de accidente actuó sereno, rápido y bien. Yo creo que me hubiese tirado por el balcón, detrás de mi hijo”,
dice Florencia, que cuando escuchó el mensaje desesperado que le dejaron en su celular, se le cayó el teléfono al piso y su vida quedó en paréntesis durante unas horas.

Estaba entrando a la oficina de su jefe, en el banco Macro, con un plazo fijo en la mano para autorizar. El gerente la arrastró y la llevó en su auto al hospital: el cuerpo le pesaba como si estuviera lleno de arena.

Por otra calle, en un taxi que avanzaba a fuerza de bocinazos, viajaba Máximo con el pequeño Martín envuelto en su corpulencia. El nene tenía los ojos despiertos. No lloraba, pero respiraba con ronquidos.

Martín, el regreso del guerrero que cayó del balcón
Pequeño gran guerrero. Miércoles, 10 de la mañana. Hora de entrar a clase. Foto: Delfo Rodríguez

“Papito está acá, no te va a dejar”
, le decía Máximo, mientras las lágrimas le mojaban los labios.

Martín durmió tres días y tres noches seguidas, hasta que Florencia descubrió un destello en la ranura de sus ojos. Fue mientras le cantaba al oído aquella canción que su hijo había escuchado desde el moisés: “La virgen va caminando por el camino a Belén, como el camino es tan largo, al niño le ha dado sed”.

Y a partir de esa tarde, la mejoría fue asombrosa. Primero lo pasaron a terapia intermedia, luego le sacaron el respirador y finalmente regresó a casa, sin ningún moretón ni hueso roto.

Cristina García de Alabarse, la directora del hospital, tiene problemas para explicar la recuperación de Martín a través de la medicina: “Creo que los milagros existen y acá algo hubo”.

Florencia, entusiasta lectora de las novelas de García Márquez e Isabel Allende, cree que sabe quién es ese "espíritu bueno” que ayudó a su hijo.

“Fue mi abuelo, que murió poco antes del accidente de Martín. Se me apareció en un sueño y me dijo que cerrara el bálcon, que era muy peligroso y que el nene se podía caer... Igual me aclaró que me quedara tranquila porque él lo iba a cuidar”.

Con su cinturón amarillo bien amarrado a la cintura y los puños en posición de guardia, Martín parece que ahora no necesita ninguna ayuda.

Se lo ve en su clase de Pa Kua con la pierna izquierda “en flecha hacia adelante”, y el pie bien apoyado sobre la alfombra blanca. El profesor le explica que un arte marcial es una forma de ver la vida por medio de la lucha. Y que todo guerrero debe vencer sus propios límites.

Se lo dice justo a él, que ya demostró lo difícil que es derrotar a alguien que nunca se da por vencido.


Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/martin-regreso-guerrero_0_Sy3_0cuZf.html